SOS-SOPLO DE SANTIDAD

LITURGIA











​​Celebración de la Eucaristía 
y sus partes

    

















    Para saber aprovechar los grandes frutos espirituales que

se nos dan a través de la Celebración Eucarística, hay que conocerla, entender sus gestos y símbolos y participar en ella

con reverencia. 

Aquí te ofrecemos una serie de recursos que pueden ayudarte...


RITOS INICIALES

Son ritos introductorios a la celebración y nos preparan para escuchar la palabra y celebrar la eucaristía.

Comprende:
Entrada - Señal de la cruz - Saludo - Acto penitencial - Gloria - Oración colecta.

Procesión de entrada

Llegamos al templo y nos disponemos para celebrar el misterio

más grande de nuestra fe. 

Acompañamos la procesión de entrada cantando con alegría. 

Saludo inicial
Después de besar el altar y hacer la señal de la cruz, el sacerdote saluda a la asamblea. 

Acto penitencial
Pedimos humildemente perdón al Señor por todas nuestras faltas. 

Gloria
Alabamos a Dios, reconociendo su santidad, al mismo tiempo

que nuestra necesidad de Él.


Oración / Colecta
Es la oración que el sacerdote, en nombre de toda la asamblea,

hace al Padre.En ella recoge todas las intenciones de la comunidad.



LITURGIA DE LA PALABRA

Escuchamos a Dios, que se nos da como alimento en su Palabra,

y respondemos cantando, meditando y rezando.


comprende:

Primera Lectura - Salmo Responsorial - Segunda Lectura - Aleluya - Evangelio

- Homilía - Credo - Oración universal.

Primera lectura
En el Antiguo Testamento, Dios nos habla a través de la historia

del pueblo de Israel y de sus profetas.


Salmo
Meditamos rezando o cantando un salmo.

Segunda lectura
En el Nuevo Testamento, Dios nos habla a través de los apóstoles.

Evangelio
El canto del Aleluya nos dispone a escuchar la proclamación

del misterio de Cristo.

Al finalizar aclamamos diciendo: "Gloria a ti, Señor Jesús".

Homilía
El celebrante nos explica la Palabra de Dios.

Credo
Después de escuchar la Palabra de Dios, confesamos nuestra fe.

Oración de los fieles
Rezamos unos por otros pidiendo por las necesidades de todos.

LITURGIA DE LA EUCARISTÍA I

Tiene tres partes:

Rito de las ofrendas, Gran Plegaria Eucarística

(es el núcleo de toda la celebración,

es una plegaria de acción de gracias en la que actualizamos

la muerte y resurrección de Jesús) y Rito de comunión.



Presentación de dones
Presentamos el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo

y la sangre de Cristo. Realizamos la colecta en favor

de toda la Iglesia. Oramos sobre las ofrendas.

Prefacio
Es una oración de acción de gracias y alabanza a Dios,

al tres veces santo.

Epíclesis
El celebrante extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca

al Espíritu Santo,para que por su acción los transforme

en el cuerpo y la sangre de Jesús.


Consagración
El sacerdote hace "memoria" de la última cena, pronunciando

las mismas palabras de Jesús. El pan y el vino se transforman

en el cuerpo y en la sangre de Jesús.


Aclamación
Aclamamos el misterio central de nuestra fe.

Intercesión
Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia.

Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos

y por todos nosotros.

Doxología
El sacerdote ofrece al Padre el cuerpo y la sangre de Jesús,

por Cristo, con él y en él,

en la unidad del Espíritu Santo. Todos respondemos: "Amén".

Padre nuestro
Preparándonos para comulgar, rezamos al Padre como Jesús

nos enseñó.

Comunión
Llenos de alegría nos acercamos a recibir a Jesús, pan de vida.

Antes de comulgarhacemos un acto de humildad y de fe.


Oración
Damos gracias a Jesús por haberlo recibido, y le pedimos

que nos ayude a vivir en comunión.




RITOS DE DESPEDIDA

Son ritos que concluyen la celebración.

Bendición
Recibimos la bendición del sacerdote.

Despedida y envío
Alimentados con el pan de la Palabra y de la Eucaristía,

volvemos a nuestras actividades, a vivir lo que celebramos,

llevando a Jesús en nuestros corazones.









MINISTERIO CATÓLICO MISIONERO DE EVANGELIZACIÓN

LO QUE NOS PIDAS HAREMOS

​​



Lo que debe y no debe hacerse 


en la celebración de la Misa




















La instrucción Redemptionis Sacramentum, describe detalladamente cómo debe celebrarse la Eucaristía y lo que puede considerarse como "abuso grave" durante la ceremonia.

 Aquí les ofrecemos un resumen de las normas que el documento recuerda a toda la Iglesia.
En el Capítulo 1 sobre la “ordenación de la Sagrada Liturgia”

se señala que:

Compete a la Sede Apostólica ordenar la sagrada Liturgia de

la Iglesia universal, editar los libros litúrgicos, revisar

sus traducciones a lenguas vernáculas y vigilar

para que las normas litúrgicas se cumplan fielmente.


Los fieles tienen derecho a que la autoridad eclesiástica regule

la sagrada Liturgia de forma plena y eficaz, para que nunca sea considerada la liturgia como propiedad

privada de alguien. El Obispo diocesano es el moderador, 

promotor y custodio de toda la vida litúrgica. 

A él le corresponde dar normas obligatorias para todos sobre

materia litúrgica, regular, dirigir, estimular y algunas veces también reprender.Compete al Obispo diocesano el derecho y el deber de visitar y vigilar la liturgia en las iglesias y oratorios situados

en su territorio, también aquellos que sean fundados o dirigidos 

por los citados institutos religiosos, si los fieles acuden a ellos

de forma habitual.


Todas las normas referentes a la liturgia, que la Conferencia

de Obispos determine para su territorio, conforme a las normas

del derecho, se deben someter a la recognitio de la Congregación 

para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sin la cual,

carecen de valor legal.

En el Capítulo 2 sobre la “participación de los fieles laicos en la celebración  
de la Eucaristía”, se establece que:
















La participación de los fieles laicos en la celebración de la Eucaristía, y en los otros ritos de la Iglesia, no puede equivaler a una mera presencia, más o menos pasiva, sino que se debe valorar como

un verdadero ejercicio de la fe y la dignidad bautismal.


Se debe recordar que la fuerza de la acción litúrgica no está en

el cambio frecuente de los ritos, sino, verdaderamente, en profundizar en la palabra de Dios y en el misterio que se celebra.

Sin embargo, no se deduce necesariamente que todos deban realizar otras cosas,
en sentido material, además de los gestos y posturas corporales, como si cada uno  tuviera que asumir, necesariamente, una tarea litúrgica específica; aunque  conviene 
que se distribuyan y realicen entre varios las tareas o las diversas partes 
de una misma tarea.


















Se alienta la participación de lectores y acólitos que estén debidamente preparados

y sean recomendables por su vida cristiana, fe, costumbres

y fidelidad hacia el Magisterio de la Iglesia.















Se alienta la presencia de niños o jóvenes monaguillos que realicen

un servicio  junto al altar, como acólitos,y reciban una catequesis conveniente, adaptada a su capacidad, sobre esta tarea.

A esta clase de servicio al altar pueden ser admitidas niñas 

o mujeres, según el juicio del Obispo diocesano y observando

las normas establecidas.



En el Capítulo 3, sobre la “celebración correcta 
de la Santa Misa” se especifica sobre:



La materia de la Santísima Eucaristía



                                                                 El pan a consagrar debe ser ázimo,

                                                            de sólo trigo y hecho recientemente.

                                                           No se pueden usar cereales, sustancias                  diversas del trigo.
                                                          Es un abuso grave introducir en su                                                       fabricación frutas, azúcar o miel.
                                                                 Las hostias deben ser preparadas

                                                              por personas  honestas, expertas

                                                               en la elaboración y que dispongan

                                                         de los instrumentos adecuados.

        Las fracciones del pan eucarístico deben ser
 repartidas entre los fieles, pero cuando

el número de estos excede las fracciones

 deben usar sobre todo hostias pequeñas.

















El vino del Sacrificio debe ser natural, del fruto de la vid, puro

y sin corromper,sin mezcla de sustancias extrañas.

En la celebración se le debe mezclar un poco de agua.

No se debe admitir bajo ningún pretexto otras bebidas

de cualquier género.


La Plegaria Eucarística


Sólo se pueden utilizar las Plegarias Eucarísticas del Misal Romano

o las aprobadas por la Sede Apostólica.

 Los sacerdotes no tienen el derecho de componer plegarias eucarísticas, cambiar el texto aprobado por la Iglesia, ni utilizar otros, compuestos por personas privadas.


Es un abuso hacer que algunas partes de la Plegaria Eucarística

sean pronunciadas por el diácono, por un ministro laico, o bien

por uno sólo o por todos los fieles juntos. 

La Plegaria Eucarística debe ser pronunciada en su totalidad,

y solamente, por el sacerdote.

El sacerdote no puede partir la hostia en el momento 

de la consagración.

En la Plegaria Eucarística no se puede omitir la mención

del Sumo Pontífice y del Obispo diocesano.



Las otras partes de la Misa

Los fieles tienen el derecho de tener una música sacra adecuada

e idónea y que el altar,los paramentos y los paños sagrados,

según las normas, resplandezcan por su dignidad, nobleza

y limpieza.


No se pueden cambiar los textos de la sagrada Liturgia.

No se pueden separar la liturgia de la palabra y la liturgia

eucarística, ni celebrarlas en lugares y tiempos diversos.


La elección de las lecturas bíblicas debe seguir las normas

litúrgicas. No está permitidoomitir o sustituir, arbitrariamente,

las lecturas bíblicas prescritas ni cambiar las lecturas

y el salmo responsorial con otros textos no bíblicos.

La lectura evangélica se reserva al ministro ordenado.
 Un laico, aunque sea religioso, no debe proclamar la lectura evangélica 
en la celebración de la Misa.


La homilía nunca la hará un laico. Tampoco los seminaristas, estudiantes de teología, asistentes pastorales ni cualquier miembro de alguna asociación de laicos.

La homilía debe iluminar desde Cristo los acontecimientos

de la vida, sin vaciar el sentido auténtico y genuino de la Palabra

de Dios, por ejemplo, tratando sólo de política o de temas profanos, 

o tomando como fuente ideas que provienen de movimientos

pseudo-religiosos.

No se puede admitir un “Credo” o Profesión de fe que no

se encuentre en los libros litúrgicos debidamente aprobados.









Las ofrendas, además del pan y el vino, sí pueden comprender
otros dones.

Estos últimos se pondrán en un lugar oportuno, fuera de

la mesa eucarística.





















La paz se debe dar antes de distribuir la sagrada Comunión,

y se recuerda que esta práctica no tiene un sentido de reconciliación ni de perdón de los pecados.

Se sugiere que el gesto de la paz sea sobrio y se dé a sólo

a los más cercanos.

El sacerdote puede dar la paz a los ministros, permaneciendo 

en el presbiterio,para no alterar la celebración y del mismo modo si, por una causa razonable, desea dar la paz a algunos fieles.

El gesto de paz lo establece la Conferencia de Obispos, 
con el reconocimiento de la Sede Apostólica,“según la idiosincrasia

y las costumbres de los pueblos”.



















La fracción del pan eucarístico la realiza solamente 

el sacerdote celebrante, ayudado,si es el caso, por el diácono

o por un concelebrante, pero no por un laico.

Ésta comienza después de dar la paz, mientras se dice

el “Cordero de Dios”.

Es preferible que las instrucciones o testimonios expuestos

por un laico se hagan fuera de la celebración de la Misa.

Su sentido no debe confundirse con la homilía,

ni suprimirla.

Unión de varios ritos

con la celebración de la misa

No se permite la unión de la celebración eucarística con otros ritos cuando lo que 
se añadiría tiene un carácter superficial

y sin importancia.

No es lícito unir el Sacramento de la Penitencia con la Misa

y hacer una única acción litúrgica. 

Sin embargo, los sacerdotes, independientemente de los que

celebran la Misa, sí pueden escuchar confesiones, incluso

mientras en el mismo lugar se celebra la Misa.
Esto debe hacerse de manera adecuada.

La celebración de la Misa no puede ser intercalada como añadido

a una cena común,ni unirse con cualquier tipo de banquete.

No se debe celebrar la Misa, a no ser  por grave necesidad, sobre

una mesa de comedor, o en el comedor, o en el lugar

que será utilizado para un convite, ni en cualquier sala donde

haya alimentos. 

Los participantes en la Misa tampoco se sentarán en la mesa,

durante la celebración.
No está permitido relacionar la celebración de la Misa con acontecimientos políticos 
o mundanos, o con otros elementos

que no concuerden plenamente con el Magisterio.


No se debe celebrar la Misa por el simple deseo de ostentación

o celebrarla según el estilo de otras ceremonias, especialmente profanas.

No se debe introducir ritos tomados de otras religiones en la celebración de la Misa.

En el capítulo 4, sobre la “Sagrada Comunión”, se ofrecen disposiciones como:
Si se tiene conciencia de estar en pecado grave, no se debe

celebrar ni comulgar sin acudir antes a la confesión sacramental,

a no ser que concurra un motivo grave  y no haya oportunidad

de confesarse.

Debe vigilarse para que no se acerquen a la sagrada Comunión,

por ignorancia,los no católicos o, incluso, los no cristianos.


La primera Comunión de los niños debe estar siempre precedida

de la confesión y absolución sacramental. La primera Comunión siempre debe ser administrada por un sacerdote y nunca fuera

de la celebración de la Misa.

El sacerdote no debe proseguir la Misa hasta que haya terminado

la Comunión de los fieles.

Sólo donde la necesidad lo requiera, los ministros extraordinarios pueden ayudar 
al sacerdote celebrante.


Se puede comulgar de rodillas o de pie, según lo establezca

la Conferencia de Obispos, con la confirmación

de la Sede Apostólica.

Así pues, no es lícito negar la sagrada Comunión a un fiel,

por ejemplo, sólo por el hecho de querer recibir la Eucaristía arrodillado o de pie.  






















Los fieles tienen siempre derecho a elegir si desean recibir

la Comunión en la boca, pero si el que va a comulgar quiere recibir

 el Sacramento en la mano, se le debe dar la Comunión.


Si existe peligro de profanación, el sacerdote no debe distribuir

a los fieles la Comunión en la mano.

Los fieles no deben tomar la hostia consagrada ni el cáliz sagrado

por uno mismo,ni mucho menos pasarlos entre sí de mano en mano.


Los esposos, en la Misa nupcial, no deben administrarse 

de modo recíproco la sagrada Comunión.


No debe distribuirse a manera de Comunión, durante la Misa

o antes de ella, hostias no consagradas, otros comestibles

o no comestibles.


Para comulgar, el sacerdote celebrante o los concelebrantes

no deben esperar que termine la comunión del pueblo.


Si un sacerdote o diácono entrega a los concelebrantes la hostia sagrada o el cáliz, no debe decir nada, es decir, no pronuncia

las palabras “el Cuerpo de Cristo”o “la Sangre de Cristo”.


Para administrar a los laicos Comunión bajo las dos especies,

se deben tener en cuenta, convenientemente, las circunstancias, 

sobre las que deben juzgar en primer lugar  los Obispos diocesanos.

Se debe excluir totalmente la administración de la Comunión

bajo las dos especies cuando exista peligro, incluso pequeño,

de profanación.


No debe administrarse la Comunión con el cáliz a los laicos donde: 
1) sea tan grande el número de los que van a comulgar que resulte difícil calcular 
la cantidad de vino para la Eucaristía y exista

el peligro de que sobre demasiada cantidad  de Sangre de Cristo,

que deba sumirse al final de la celebración»;


 2) el acceso ordenado al cáliz sólo sea posible con dificultad; 


3) sea necesaria tal cantidad de vino que sea difícil poder conocer

su calidad y proveniencia;

 4) cuando no esté disponible un número suficiente de ministros sagrados ni de ministros extraordinarios de la sagrada Comunión

que tengan la formación adecuada; 


5) donde una parte importante del pueblo no quiera participa

 del cálizpor diversos motivos.


No se permite que el comulgante moje por sí mismo la hostia

en el cáliz, ni reciba en la mano la hostia mojada. La hostia que

se debe mojar debe hacerse de materia válida y estar consagrada. 
Está absolutamente prohibido el uso de pan no consagrado

o de otra materia.

En el capítulo 5, sobre “otros aspectos que se refieren a la Eucaristía”, se aclara que:





















La celebración eucarística se ha de hacer en lugar sagrado, a no ser que, en un caso particular, la necesidad exija otra cosa.

Nunca es lícito a un sacerdote celebrar la Eucaristía en un templo

o lugar sagrado de cualquier religión no cristiana.


Siempre y en cualquier lugar es lícito a los sacerdotes celebrar

el santo sacrificio en latín.

Es un abuso suspender de forma arbitraria la celebración

de la santa Misa en favor del pueblo, bajo el pretexto de promover 

el “ayuno de la Eucaristía”.


Se reprueba el uso de vasos comunes o de escaso valor, en lo que

se refiere a la calidad, o carentes de todo valor artístico, o simples cestos,u otros vasos de cristal,arcilla, creta y otros materiales,

que se rompen fácilmente.












La vestidura propia del sacerdote celebrante es la casulla revestida sobre el alba y la estola. El sacerdote que se reviste con la casulla 

debe ponerse la estola.


Se reprueba no llevar las vestiduras sagradas, o vestir solo la estola sobre 
la cogulla monástica, o el hábito común de los religiosos,

 o la vestidura ordinaria.


En el capítulo 6, el documento trata sobre “la reserva de

la Santísima Eucaristía y su culto fuera de la Misa”.

Se recuerda que:
























El Santísimo Sacramento debe reservarse en un sagrario,

en la parte más noble, insigne y destacada de la iglesia, y en el lugar más apropiado para la oración.
Está prohibido reservar el Santísimo Sacramento en lugares que

no están bajo la segura autoridad del Obispo o donde exista peligro

de profanación.


Nadie puede llevarse la Sagrada Eucaristía a casa o a otro lugar.

No se excluye el rezo del rosario delante de la reserva eucarística

o del Santísimo Sacramento expuesto.El Santísimo Sacramento

nunca debe permanecer expuesto  sin suficiente vigilancia,

ni siquiera por un tiempo muy breve.

Es un derecho de los fieles visitar frecuentemente el Santísimo Sacramento.
Es conveniente no perder la tradición de realizar procesiones eucarísticas.

El capítulo 7 versa sobre “los ministerios extraordinarios

de los fieles laicos”. 
Allí el documento especifica que:

Las tareas pastorales de los laicos no deben asimilarse demasiado

a la forma del ministerio pastoral de los clérigos.

Los asistentes pastorales no deben asumir  lo que propiamente pertenece al servicio de los ministros sagrados.

Solo por verdadera necesidad se puede recurrir al auxilio de ministros extraordinarios en la celebración de la Liturgia.

Nunca es lícito a los laicos asumir las funciones o las vestiduras

del diácono o del sacerdote, u otras vestiduras similares. 


Si habitualmente hay un número suficiente de ministros sagrados,

no se pueden designar ministros extraordinarios de la sagrada Comunión. En tales circunstancias,los que han sido designados para este ministerio, no deben ejercerlo.

Se reprueba la costumbre de sacerdotes que, a pesar de estar presentes en la celebración,
se abstienen de distribuir la comunión, encomendando esta tarea a laicos.


Al ministro extraordinario de la sagrada Comunión nunca le está permitido delegar 
en ningún otro para administrar la Eucaristía.


Los laicos tienen derecho a que ningún sacerdote, a no ser que exista verdadera 
imposibilidad, rechace nunca celebrar la Misa en favor

del pueblo, o que ésta sea celebrada por otro sacerdote,

si de diverso modo no se puede cumplir el precepto de participar

en la Misa, el domingo y los otros días establecidos.

Cuando falta el ministro sagrado, el pueblo cristiano tiene derecho

a que el Obispo,en lo posible, procure que se realice alguna celebración dominical para esa comunidad.


Es necesario evitar cualquier confusión entre este tipo de reuniones

y la celebración eucarística.El clérigo que ha sido apartado

del estado clerical está prohibido de ejercer la potestad de orden.

 No le está permitido celebrar los sacramentos. 

Los fieles no pueden recurrir a él para la celebración.


El capítulo 8 está dedicado a los Remedios:

Cualquier católico tiene derecho a exponer una queja por

un abuso litúrgico,ante el Obispo diocesano o el Ordinario competente que se le equipara en derecho,o ante la Sede Apostólica,en virtud del primado del Romano Pontífice.





       A DONDE MANDES IREMOS . . .


​​​       SOS-SOPLO DE SANTIDAD

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MINISTERIO CATOLICO MISIONERO DE EVANGELIZACION 

​​

LO QUE NOS PIDAS...HAREMOS

A A DONDE MANDES...IREMOS


AMO MI IGLESIA CATOLICA



CELEBRAR LA LITURGIA DE LA IGLESIA























I  ¿QUIEN CELEBRA?

1136 La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus).

Los que desde ahora la celebran, más allá de los signos, participan ya

de la liturgia del cielo, dondela celebración es enteramente Comunión

y Fiesta.

La celebración de la Liturgia celestial

1137 El Apocalipsis de san Juan, leído en la liturgia de la Iglesia,

nos revela primeramente que "un trono estaba erigido en el cielo

y Uno sentado en el trono" (Ap 4, 2): 

"el Señor Dios" (Is 6, 1). (1) Luego revela al Cordero, "inmolado y de pie" (Ap 5, 6): 
(2) Cristo crucificado y resucitado, el único Sumo Sacerdote

del santuario verdadero, 
(3) el mismo "que ofrece y que es ofrecido, que da y que es dado". 
(4) Y por último, revela "el río de Vida que brota del trono de Dios

y del Cordero" (Ap 22, 1), 
uno de los más bellos símbolos del Espíritu Santo. 
















(5)1138 "Recapitulados" en Cristo, participan en el servicio

de la alabanza de Dios y en la realización de su designio: 

las Potencias celestiales, 
(6) toda la creación (los cuatro Vivientes), los servidores de la Antigua

y de la Nueva Alianza (los veinticuatro ancianos), el nuevo Pueblo

de Dios (los ciento cuarenta y cuatro mil), 
(7) en particular los mártires "degollados a causa de la Palabra de Dios" (Ap 6, 9-11), 


y la Santísima Madre de Dios (La mujer, la Esposa del Cordero), 
(8) finalmente "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar,

de toda nación,razas, pueblos y lenguas" (Ap 7, 9).


1139 En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando 
celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.



Los celebrantes de la liturgia sacramental

1140 Es toda la comunidad, el Cuerpo de Cristo unido a su Cabeza

quien celebra. 
"Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones

de la Iglesia, que es 'sacramento de unidad', esto es, pueblo santo, congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos. 

Por tanto, pertenecen a todo el Cuerpo de la Iglesia, influyen en él

y lo manifiestan,pero afectan a cada miembro de este Cuerpo de manera diferente, según la diversidad de órdenes, funciones y participación actual". (9) 
Por eso también, "siempre que los ritos, según la naturaleza propia

de cada uno, admitan una celebración común, con asistencia y  participación activa de los fieles, hay que inculcar

que ésta debe ser preferida, en cuanto sea posible, a una celebración

individual y casi privada". (10)

1141 La asamblea que celebra es la comunidad de los bautizados que,

"por el nuevo nacimiento  y por la unción del Espíritu Santo, quedan consagrados como casa espiritual y sacerdocio santo para que ofrezcan,

a través de todas las obras propias del cristiano,sacrificios espirituales". (11) 

Este "sacerdocio común" es el de Cristo, único Sacerdote, participado

por todos sus miembros: (12)


















La Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia misma y a la cual el pueblo cristiano"linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido" (1 P 2, 9), (13) tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo. (14)   

1142 Pero "todos los miembros no tienen la misma función" (Rm 12, 4).

Algunos son llamados por Dios en y por la Iglesia a un servicio especial

 de la comunidad.

Estos servidores son escogidos y consagrados por el sacramento del Orden, por el cual el Espíritu Santo los hace aptos para actuar en representación de Cristo-Cabeza para el servicio de todos los miembros

de la Iglesia. 

(15) El ministro ordenado es como el "icono" de Cristo Sacerdote.

Por ser en la Eucaristía donde se manifiesta plenamente el sacramento

de la Iglesia, es también en la presidencia de la Eucaristía donde

el ministerio del obispo aparece en primer lugar, y en comunión con él,

el de los presbíteros y los diáconos.  

1143 En orden a ejercer las funciones del sacerdocio común de los fieles existen también 
otros ministerios particulares, no consagrados por

el sacramento del Orden,y cuyas funciones son determinadas por

los obispos según las tradiciones litúrgicas  y las necesidades pastorales. "Los acólitos, lectores, comentadores y los que pertenecen a la 'schola cantorum' desempeñan un auténtico ministerio litúrgico". (16)

1144 Así, en la celebración de los sacramentos, toda la asamblea

es "liturgo", cada cual según su función, pero en "la unidad del Espíritu" que actúa en todos.

"En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o fiel, al desempeñar su oficio,hará todo y sólo aquello que le corresponde según

la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas". (17)


II  ¿COMO CELEBRAR?


Signos y símbolos

1145 Una celebración sacramental está tejida de signos y de símbolos. Según la pedagogía 
divina de la salvación, su significación tiene su raíz 

en la obra de la creación y en la cultura humana, se perfila en los acontecimientos de la Antigua Alianza y se revela en plenitud

en la persona y la obra de Cristo.

1146 Signos del mundo de los hombres.

 En la vida humana, signos y símbolos ocupan  un lugar importante.

El hombre, siendo un ser a la vez corporal y espiritual, expresa

y percibe las realidades espirituales a través de signos y de símbolos materiales.

Como ser social, el hombre necesita signos y símbolos para comunicarse con los demás,mediante el lenguaje, gestos y acciones. Lo mismo sucede

en su relación con Dios.


1147 Dios habla al hombre a través de la creación visible. El cosmos material se present
a la inteligencia del hombre para que vea en él

 las huellas de su Creador. (18) La luz y la noche,el viento y el fuego,

el agua y la tierra, el árbol y los frutos hablan de Dios, simbolizan

a la vez  su grandeza y su proximidad.


1148 En cuanto creaturas, estas realidades sensibles pueden llegar a ser lugar de expresión 
de la acción de Dios que santifica a los hombres,

y de la acción de los hombres que rinden su culto a Dios. 
Lo mismo sucede con los signos y símbolos de la vida social

de los hombres: lavar y ungir,partir el pan y compartir la copa pueden expresar la presencia santificante de Diosy la gratitud del hombre 

hacia su Creador.

1149 Las grandes religiones de la humanidad atestiguan, a menudo de forma impresionante, este sentido cósmico y simbólico de los ritos religiosos. La liturgia de la Iglesia presupone, integra y santifica

elementos de la creación y de la cultura humana confiriéndoles

la dignidad de signos de la gracia, de la creación nueva en Jesucristo.



LOS COLORES

¿Por qué y para qué los diversos colores 
en la celebración litúrgica?


El color como uno de los elementos visuales más sencillos y eficaces, quiere ayudarnos
a celebrar mejor nuestra fe. Su lenguaje simbólico

nos ayuda a penetrar mejor en los misterios celebrados:

 "La diversidad de colores en las vestiduras sagradas 
tiene como fin expresar con más eficacia, aún exteriormente tanto las características 

de los misterios de la fe que se celebran como el sentido progresivo

de la vida cristiana a lo largo del año litúrgico."

(Misal romano - IGMR 307)

Los colores actuales de nuestra celebración:

Actualmente el Misal (IGMR) ofrece este abanico de colores en su distribución 
del Año Litúrgico:





                                                   a) Blanco:                         
                                                                      Es el color privilegiado de la fiesta                     cristiana 
                                                                      y el color más adecuado para celebrar:
                                       -La Navidad y la Epifanía
                                                           -La Pascua en toda su cincuentena
                                                              -Las Fiestas de Cristo y de la Virgen,

                                               a no ser que por su cercanía

                                al misterio de la Cruz

                                      indique el uso del rojo.

                                                                     -Fiestas de ángeles y santos que no sean           mártires.
                             -Ritual de la Unción
                             -Unción y el Viático










      b)Rojo:
        
Es el color elegido para:
        -La celebración del Domingo de Pasión (Ramos)
        y el Viernes Santo, porque remite simbólicamente 
        a la muerte martirial de Cristo.
        -En la Fiesta de Pentecostés, porque el Espíritu 
        es fuego y vida. 
        -Otras celebraciones de la Pasión de Cristo,
        como la fiesta de la Exaltación de la Cruz.
        -Las fiestas de los Apóstoles, Evangelistas y Mártires, 
        por su cercanía ejemplar y testimonial 
        a la Pascua de Cristo.
        -La Confirmación (Ritual Nº 20) se puede celebrar 
        con vestiduras rojas o blancas apuntando al misterio
        del espíritu o a la fiesta de una iniciación
        cristiana a la Nueva Vida.



    



   

                                                         


                                         c) Verde:
                                                                     
El verde como color de paz,                                                                       serenidad, esperanza
                                                                  se utiliza para celebrar el Tiempo                                                        Ordinario del Año Litúrgico.

                                       El Tiempo ordinario son esas 
                                                          34 semanas en las que no se celebra un                                                                   misterio concreto de Cristo, sino el conjunto

de la Historia de la salvación y sobre todo

el misterio semanal del Domingo como Día del Señor. 











            d) Morado:
     
 Este color que remite a la discreción, penitencia
       y a veces, dolor, es con el que se distingue 
       la celebración del 
       -Adviento y la Cuaresma
       -las celebraciones penitenciales 
       y las exequias cristianas.










                                     

                                                   

          e) Negro:
                                               
Que había sido durante

                   los siglos de la Edad Media
                                                     el color del Adviento y la Cuaresma,

ha quedado ahora mucho más discretamente

             relegado:queda sólo como facultativo en las exequias 
                         y demás celebraciones de difuntos.
 












            f) Rosa:
              
  El color rosa, que no había cuajado en la historia
                 para la liturgia, queda también como posible
                 para dos domingos que marcan el centro del Adviento
                 y la Cuaresma: el domingo "Gaudete" (3º de Adviento) 
                 y el domingo "Laetare" (4º de Cuaresma).











   

       g) Azul:
                                   
Con sus resonancias de cielo y lejanía es desde 
                                               el siglo pasado un color privilegiado para celebrar 
                                           la solemnidad de la Inmaculada, aunque 
                                en el misal romano no aparezca.

 













LA EUCARISTÍA 


PRESENCIA REAL DE  CRISTO



Para la mayoría de las iglesias cristianas la "Eucaristía"

(acción de gracias), es solamente un simbolismo de las palabras

de Jesús en la "última cena", celebrado con los apóstoles 
en la fiesta de la Pascua, el jueves santo del año 33 de nuestra
era,

el día anterior en el que sería sacrificado por los pecados de toda

la humanidad (1Juan 2,2).


Por otro lado, para la Iglesia Católica fiel a la tradición del mensaje

divino, ha enseñado que la "Eucaristía" es verdaderamente la presencia

del Cristo en la "Hostia", que será entregado por todos nosotros,

y en el "Vino" que será derramado por todos nosotros, como un

"nuevo pacto" con su muerte redentora en la cruz 

(Mateo 26,26-28; Marcos 14, 22-24; Lucas 22,19-20). 

Por esta razón, el Hijo de Dios mandó a conmemorar a sus discípulos

este acontecimiento,en recuerdo suyo (1 Corintios 11,25), hasta que

El vuelva (Apocalipsis 22,20).


 Igualmente, las Sagradas Escrituras nos dice que los primeros creyentes "se reunían 
en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos

con alegría y sencillez de corazón" (Hechos 2,46); 

principalmente el domingo, llamado el "día del Señor " o "primer día"

de La semana (Hechos 20,7). Por ser el día en que el Mesías resucitó

y venció a la muerte (Juan 20,1).














En la historia de la Iglesia Primitiva hay constancias escritas,

como el testimonio de San Justino Mártir, hacia el año 155, para

explicarle al emperador romano Antonio Pío,sobre el memorial

que hacían los católicos: 

"Los fieles que asistían al santo Sacrificio comulgaban bajo

ambas especies.Los hombres recibían la santa Hostia en su mano

 y las mujeres en un lienzo blanco; unos y otros bebían del cáliz que

les presentaba el sacerdote o el diácono...lo que sobraba

del vino consagrado se repartía entre los niños presentes, y el pan consagrado restante era llevado a los enfermos y a los cristianos presos

en las cárceles".


Hay que resaltar también el famoso "milagro eucarístico" que

se conserva en Lanciano (Italia), cuando en el siglo VIII, durante la misa

un monje basiliano dudó de la presencia de Cristo en el momento 

de la elevación, y para asombro suyo la "Hostia" se convirtió en carne

de corazón humano y el "Vino" en sangre de tipo AB

[la misma de la sábana santa en que envolvieron el cuerpo de Jesús al ser bajado de la cruz, y que se conserva en Turín (Italia)]. 
Este milagro ha sido plenamente confirmado por los resultados

de los análisis de la ciencia moderna. Cumpliéndose así las palabras

del Mesías a los judíos incrédulos en la sinagogade Capernaun:
 "El pan que yo daré es mi propio cuerpo" (Juan 6, 51). 
De hecho, también los discípulos de Emaús, sólo reconocieron que

estaban ante la presencia del Señor, cuando "tomó en sus manos el pan, 

y habiendo dado gracias a Dios, lo partió y se lo dio. En ese momento

se les abrieron los ojos y reconocieron a Jesús" (Lucas 24, 30-31).

















Es tan significativo la presencia del Salvador en la Eucaristía, que hasta

las sectas satánicas se reúnen para profanar la Hostia escupiéndola 

y pisoteándola en el suelo, mientrasse invoca el nombre del Demonio. 

Por otro lado, en muchas iglesias o capillas católicas se hace

la exposición del Santísimo (Hostia consagrada que permanece

en la custodia para la adoración de los fieles).

Allí en un ambiente sacro y de piedad se hacen plegarias "unos por otros" (Santiago 5,16), ya que San Agustín decía que "la oración es la fuerza

 de los hombres y la debilidad de Dios".
Cuando volvamos a comulgar, tengamos siempre presente las palabras

del Evangelio: 
"Quien come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna;

y yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6,54).

















Los signos esenciales del sacramento eucarístico son pan de trigo

y vino de vid, sobre los cuales es invocada la bendición del Espíritu Santo 

y el presbítero pronuncia las palabras de la consagración dichas

por Jesús en la última Cena: 

"Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros... 
Este es el cáliz de mi Sangre..."



 Encuentro con Jesús amor




















Necesariamente el encuentro con Cristo Eucaristía es una experiencia personal e íntima,y que supone el encuentro pleno de dos que se aman. 

Es por tanto imposible generalizar acerca de ellos. Porque sólo Dios

conoce los corazones de los hombres. Sin embargo sí debemos traslucir

en nuestra vida, la trascendencia del encuentro íntimo con el Amor. 

Resulta lógico pensar que quien recibe esta Gracia, está en mayor

capacidad de amar y de servir al hermano y que además alimentado

con el Pan de Vida debe estar más fortalecido para enfrentar

las pruebas, para encarar el sufrimiento, para contagiar su fe

 y su esperanza.

En fin para llevar a feliz término la misión, la vocación, que el Señor

le otorgue.


Si apreciáramos de veras la Presencia real de Cristo en el sagrario,

nunca lo encontraríamos solo, únicamente acompañado de la lámpara Eucarística encendida, el Señor hoy nos dice a todos y a cada uno,

 lo mismo que les dijo a los Apóstoles
 "Con ansias he deseado comer esta Pascua con vosotros "
 Lc.22,15. 



​El Señor nos espera con ansias para dársenos como alimento;

¿somos conscientes de ello,de que el Señor nos espera en el Sagrario,

con la mesa celestial servida.? Y nosotros ¿ por qué lo dejamos esperando.? O es que acaso, ¿ cuando viene alguien de visita 

a nuestra casa, lo dejamos sólo en la sala y nos vamos a ocupar

de nuestras cosas.?
Eso exactamente es lo que hacemos en nuestro apostolado, cuando

nos llenamos de actividades y nos descuidamos en la oración delante

del Señor, que nos espera  en el Sagrario, preso porque nos "amó hasta

el extremo" y resulta que, por quien se hizo el mundo y todo lo que

contiene (nosotros incluidos) se encuentra allí, oculto a los ojos,

pero increíblemente luminoso y poderoso para saciar todas nuestras necesidades.



Por qué la Eucaristía es un Sacramento?

















La recepción de Jesucristo sacramentado bajo las especies de pan

y vino en la sagrada Comunión significa y verifica el alimento espiritual

del alma.

 Y así, en cuanto que en ella se da la gracia invisible bajo especies visibles, guarda razón de sacramento. 
Jesús al instituir la Eucaristía le confiere intrinsecamente el valor sacramental pues a través de ella Él nos transmite su gracia,

 su presencia viva. 
Por ello, la Eucaristía es el más importante de los sacramentos,

de donde salen y hacia el que van todos los demás, centro de la vida litúrgica, expresión y alimento de la comunión cristiana.





​Sacramento de Unidad. 

























Al referirnos a la Eucaristía como Comunión, estamos proclamando nuestra unión entre todos los cristianos y nuestra adhesión a la Iglesia

con Jesús. 

Por ello, la Eucaristía es un sacramento de unidad de la Iglesia,

y su celebración sólo es posible donde hay una comunidad de creyentes.



Sacramento del amor fraterno. 















La misma noche que Jesús instituyó la Eucaristía, instituyó

el mandamiento del amor. 
Por lo tanto, la Eucaristía y el amor a los demás tienen que ir

siempre juntos. 
Jesús instituye la Eucaristía como prueba de su inmenso amor

por nosotros y pide a los que vamos a participar en ella, que

nos amemos como El nos amó. 

Y, en este sentido, la Eucaristía tiene que estar necesariamente

antecedido por el Sacramento de la Reconciliación pues el recibir

el "alimento de vida eterna"exige una reconciliación constante

 con los hermanos y con Dios Padre.

El misterio eucarístico, desgajado de su propia naturaleza sacrificial

y sacramental,deja simplemente de ser tal. No admite ninguna

imitación "profana", que se convertiría muy fácilmente (si no incluso

como norma) en una profanación. Esto hay que recordarlo

siempre, y quizá sobre todo en nuestro tiempo en el que observamos

una tendencia a borrar la distinción entre "sacrum" y "profanum", 

dada la difundida tendencia general (al menos en algunos lugares)

 a la desacralización de todo.

En tal realidad la Iglesia tiene el deber particular de asegurar

y corroborar el "sacrum"de la Eucaristía. En nuestra sociedad pluralista,

y a veces también deliberadamente secularizada, la fe viva

de la comunidad cristiana -fe consciente incluso de los propios

derechos con respecto a todos aquellos que no comparten la misma fe- garantiza a este "sacrum" el derecho de ciudadanía. El deber de respetar

la fe de cada uno  es al mismo tiempo correlativa al derecho natural 

y civil de la libertad de conciencia y de religión.


Los ministros de la Eucaristía deben por tanto, sobre todo en nuestros días, ser iluminados

por la plenitud de esta fe viva, y a la luz de ella deben comprender y cumplir todo

lo que forma parte de su ministerio sacerdotal, por voluntad de Cristo y de su Iglesia.




LA SANTA COMUNION


La vida interior supone la vida sobrenatural. No es otra cosa que

la cooperación de nuestra voluntad con la gracia, con los movimientos íntimos mediante los cuales el Espíritu Santo, nuestro Huésped,

nos atrae y nos guía. 
Debemos, por tanto, mencionar a la Santa comunión entre

los principales medios de que disponemos para conservar, defender

y acrecentar esta preciosa vida interior.

Porque es por la Santa Comunión, sobre todo, que la vida sobrenatural

se conserva,lucha y crece en nosotros.





















​Los dos fines de Jesús

La santa comunión continúa y consuma en nuestro corazón el sacrificio

del altar. Es decir que la misa llama normalmente a la comunión, y que comulgando debemos hacer nuestras las intenciones que animan a Jesús

al momento del sacrificio y al momento de su venida en nosotros.

 Acercándonos a la sagrada mesa, tratemos de entrar en los designios

del Salvador. 

Cristo se propone dos cosas en el acto sagrado de nuestra comunión. 
La primera y principal, es ofrecer en y con nosotros su adoración amantísima 
a la Trinidad santa, que habita en nuestra alma.

 La segunda es santificarnos.























Lo que Jesús quiere, primero, es guiar a cada uno de nosotros en su acto supremo de religión hacia las Tres Personas de la Santísima Trinidad. 

Se entrega a mí para que me apropie y se sirva de Él para adorar a Dios.

No quiere hacerse uno conmigo, una sola hostia, y con esta hostía

compuesta de Él y de mí, escucha adorar amorosamente al Altísimo.

De este modo, en la comunión, Jesús termina sobre el atar de mi corazón

el sacrificio que ofrecido a la Santísima Trinidad sobre el altar de la misa.

Ahí, incluso si estoy distraído, aun si lo estoy voluntariamente,

con la condición de que mi alma esté en estado de gracia y que mi intención

sea recta, ofrecerá a Dios, tanto en mi nombre como en el suyo, sus homenajes infinitos de adoración y amor.


¡Y Yo puedo aprovechar cuidadosamente este instante único para adorar

y amar a Dios como El se merece!

¡Oh Jesús desde que estás en mi pecho, tómame y úneme a ti! 

Luego, ofréceme contigo y úneme a mí. Luego ofréceme contigo, en una sola oblación,a las tres Personas divinas. 

Vivir o morir; actuar o sufrir; tener éxito o ser humillado, todo lo acepto.
 ¡Que estas tres personas se glorifiquen conmigo como gusten! Para ellas

todo lo que soy y todo lo que tengo y todo de lo que soy capaz. 

Para ellas mi cuerpo, mi inteligencia, mi corazón y mi voluntad, pero siempre

en unión contigo, para que mi ofrenda sea glorificada.. 
Lo que quiero es que, gracias a tu presencia, el Dios de bondad sea

dignamente honrado por mí.





Nuestra santificación


















En la santa Comunión, como en la misa, lo que Jesús, por una admirable condescendencia,se propone, en segundo lugar, es nuestra santificación. 

Desde que está presente en nosotros, nos libera de esos pecados veniales cotidianos,que no sólo nos impiden glorificar a Dios como deberíamos,

sino que además ser santoscomo el lo desea. 

¿Cómo alcanza ese resultado? 
Comienza ofreciendo a la santísima Trinidad sus mérito y su oración

para obtener en nuestro favor un aumento de la gracia santificante.

 Y en esta abundancia de gracia,más bien, en este brasero,

¡con qué rapidez se consumen los pecados veniales de cada día! 
Luego por la virtud de su hostia, atenúa nuestro nefasto amor propio.

Pero por sobre todas la cosas, crece nuestra vida divina, a la vez que crece nuestra gracia santificante. Crecen también nuestros derechos a numerosas gracias actuales, que son aumentados. 
Nuestras virtudes infusas, nuestras virtudes naturales se enraízan,

Y finalmente,crece también, nuestra semejanza con Dios y nuestro mérito para el cielo perfecciona. Obtenida la gracia santificante, esta fuente

de vida, se extiende en mí cada vez más. 
Oh Jesús, desde que estás en mi alma, aumentas mi tesoro de gracia

para hacerme más santo; dame las garcias necesarias para que me perfeccione cada vez más.

He aquí, bajo tus ojos mi egoísmo de pecador, mis hábitos detestables,

mis tendencias funestas: por la virtud de tu hostia sírvete disminuir

su violencia. El fondo de mi naturaleza es siempre orgulloso y sensual: 

por la fuerza de tu sacrificio, que se consume en mí, corrige

esas miserias. Aumenta mis virtudes infusas, que derramas en mí,

para que todos mis actos sean grandemente sobrenaturales y meritorios.

Fortifica mis virtudes adquiridas, las del hábito  creado en mí,

¡tan débiles desgraciadamente!, para que cumpla habitualmente

tu santa voluntad. Desarrolla en mí, cada vez más los dones del Espíritu Santo, para que sea plenamente dócil a las divinas inspiraciones.

Finalmente, aumenta mi gracia santificante, que me hará más santo, dígnate aumentar 
el poder de mi caridad activa, que me conducirá

más fuertemente hacia el bien. 

Sé que con una sorprendente ternura te propones conservar, aumentar, derramar, reparar y activar deliciosamente mi vida divina, extensión

de la tuya. Sé también que de todo corazón quieres realizar en mí

el segundo fin que me haces en la santa comunión. 

¡Te agradezco por todo esto, y deseo que puedas encontrar en mí

la docilidad que requieres para realizar maravillas de santidad!



Nuestra cooperación






















​Tiene que ser diaria y para toda la vida. No es sólo en la hora en que comulgo que debo corresponder a las generosidades de Jesús:

 siempre y en todo lugar. ¿Cómo podría adorar y amar a Dios con Jesús,

sin santificarme primero? ¿Y cómo podría santificarme sin cooperar?

 ¿En qué consiste esta cooperación que me incumbe? 


Consiste en inmolar mi egoísmo y mis malas concupiscencias. 

El Jesús que recibo acaba de ser inmolado: ¿cómo me uniría a Él si no mortificara,al menos mi amor propio? Como dijo Pío XI:

 “cuanto más nos unamos al sacrificio del señor… inmolando nuestras concupiscencias y crucificando nuestra carne…

tanto mayor será perfecta la unión de Cristo con sus miembros”.

Sí, la comunión, aún la de los simples fieles debe ser inmolante y debe asociarnos a las intenciones de Jesús, a la vez sacerdote y víctima. Prometámosle ser hostia como Él. Prometámosle rechazar la satisfacción funesta del pecado. Tomemos algunas y firmes resoluciones.

 Luego, abandonándonos totalmente a la virtud infinita de la Eucaristía, prometiendo inmolar los que es malo en nosotros. Finalmente,

esta adaptación a la virtud infinita de la Eucaristía, hagámosla

con determinación, porque es para vivir más abundantemente la vida divina; consintamos a morir a nuestros deseos perversos y a nuestras tendencias miserables.
















​​


FRUTOS DE LA EUCARISTIA

Al recibir la Eucaristía, nos adherimos intimamente con Cristo Jesús,

quien nos transmite su gracia.La comunión nos separa del pecado,

es este el gran misterio de la redención,pues su Cuerpo y su Sangre

 son derramados por el perdón de los pecados.

La Eucaristía fortalece la caridad, que en la vida cotidiana tiende

a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales.

La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales, pues cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, 
tanto más difícil se nos hará romper nuestro vínculo de amor con Él.

La Eucaristía es el Sacramento de la unidad, pues quienes reciben

el Cuerpo de Cristo se unen entre sí en un solo cuerpo: La Iglesia. 

La comunión renueva, fortifica, profundiza esta incorporación

a la Iglesia realizada ya por el Bautismo.
La Eucaristía nos compromete a favor de los pobres; pues el recibir

el Cuerpo y la Sangre de Cristo que son la Caridad misma nos hace caritativos.